Así se llamó la primera canción que canté cuando tenía 8 años, precisamente cuando era una niña, sin embargo no pretendo hablar de ella en sentido estricto, sino de la niñez en general, puesto que considero que es un tema poco tratado y si muy relevante para comprender en retrospectiva y en prospectiva lo que nos ha pasado como ciudadanos del mundo.
La niñez es la esperanza del mañana y el legado del ayer, la forma de ser y vivir la niñez ha cambiado radicalmente de una generación a otra, no solo en el sentido tecnológico, sino justamente en el vivencial, en la experiencia de la etapa basada en la inocencia, en la confianza ciega, en la lógica elemental e inteligencia deslumbrante que siempre cuestiona la existencia o inexistencia de lo tangible y lo etéreo.
Las sociedades cambian debido a problemáticas internas y externas (regionales e internacionales) que producen modificaciones en la conducta humana, es así que antaño (tomando como referencia mi niñez) la infancia se experimentaba desde una óptica distinta, es decir, como factor primario, la pertenencia a un núcleo familiar (1) con roles estructuralmente marcados y bien definidos; además de la existencia de un Estado relativamente “seguro y estable” (2) teóricamente manifiesto, y una alta cercanía con el entorno inmediato (barrios o colonias), que permitían entablar contacto con otros niños de diversos estratos socioeconómicos (3) y jugar (lo más preciado para los niños), con objetos de manufacturación nacional e incluso con la maravilla de la imaginación que permitía expandir los horizontes más allá de la televisión o del atari (4)
La vida se percibía con una cotidiana tranquilidad, es normal, durante la infancia permanecemos ajenos a otras realidades e incluso a nuestra realidad inmediata, porque nos aburren las noticias y porque es mejor vivir absortos en nuestro mundo de fantasía que existe, al fin y al cabo, sólo una vez, así que cual Peter Pan disfrutamos la experiencia con la triste noticia de que algún día las cosas habrán de cambiar y tendremos que crecer, cosa que en el fondo deseamos, sin tener idea de lo que pedimos.
Es así que, después de analizar a grandes rasgos y en retrospectiva mi infancia, pretendo reflexionar sobre la de hoy a 20 años de distancia (5) y me encuentro con una generación de pequeños muy distintos y tan parecidos a los de ayer, parecidos en lo fundamental que sigue estando ahí – inocencia, confianza, lógica e inteligencia- pero muy diferentes, con familias “modernas o alternas” que cambiaron la estructura tradicional, en donde el rol de género no esta en ocasiones del todo claro, un Estado en grave crisis sociopolítica y económica que propicia inseguridad e inestabilidad, empíricamente manifiesto y con un aislamiento en cuanto al contacto con otros niños, ya que las ciudades crecer y las personas son prácticamente unas desconocidas. En este sentido su visión del mundo cambia.
No obstante y por paradógico que parezca, se les aísla del nuevo orden del mundo, uno que ha borrado todas sus fronteras y que tiene tristes realidades, países olvidados y niños que han perdido a sus familias, la inocencia, la confianza y la ilusión de crecer, niños a los que el hombre les ha arrebato sueños y esperanzas, niños que como los nuestros y como nosotros querían algún día ser y hacer, pero que por razones ajenas a ellos y a su voluntad han vivido en guerras, han padecido hambre y presenciado la muerte, pequeños a los que no les ha quedado más que crecer… pero basta con echar un vistazo a nuestro propio país y observar los rostros de tristeza y desesperanza de muchos de nuestros niños, con los ojos perdidos en la nada con la simple esperanza de encontrar…
Este mundo debería ser de los pequeños, porque el hombre o el “grande” (como ellos suelen llamarnos), no ha hecho otra cosa que pelear contra el otro, de emprender guerras para aumentar su poder y riqueza por territorio, petróleo y en un futuro agua, de acabar poco a poco con el medio ambiente, de matar por dinero (o por hambre), de envenenar al otro. Ambición es el nombre, egoísmo el apellido
La niñez me duele, porque no veo en prospectiva un futuro promisorio, sino complejo, violento, manipulable (6) atomizado y el ejemplo que les estamos dando no es el de la hermandad, sino el de la lucha por la sobrevivencia y el odio a las diferencias. Luchemos por sus sueños e ilusiones porque no hay nada más hermoso y natural que la sonrisa de un niño (aún recuerdo la mía).
(1) Eje rector de la sociedad
(2) Llamado Estado de Bienestar
(3) Sin importar todavía el factor cultural y educativo
(4) Internet, celulares, ipod, iphone y los videojuegos actuales no existían.
(5) Tomando como referencia los 8 años
(6) Invito a leer “Un mundo feliz” de Aldous Huxley y “Psicoanálisis de la Sociedad contemporánea” de Erich Fromm